La corona de España se decidió entonces a
acometer una serie de exploraciones en la costa de Patagonia y en su interior, a
fin de ocupar ciertas posiciones estratégicas; y a la cabeza del
movimiento descollaron D. Francisco y D. Antonio de Viedma, que ejercían
de real orden la jurisdicción no disputada de Buenos Aires, sobre las
costas y extensos territorios del Sur, y D. Basilio Villarino, piloto de la Real
Armada. Las instrucciones redactadas en Buenos Aires, en cumplimiento de reales
órdenes, para proceder a la exploración del río Negro,
traen fecha 18 de agosto de 1779 y no han sido publicadas.
Fueron dirigidas a Viedma, que ejercía la
superintendencia de los establecimientos de la costa patagónica,
recomendándole que les diera cumplimiento a la brevedad posible.
Este fue el primer paso avanzado con el propósito de
buscar la sospechada comunicación fluvial entre el Atlántico y el
Pacífico.
Las instrucciones establecían dos maneras de realizar la
exploración, facultando a Viedma para decidirse por cualquiera de ellas.
Eran éstas:
1º Zarpar de la boca del río Negro a los 40°
55' de lat. y remontarlo hasta donde fuera navegable.
2º Salir de Mendoza, hasta el pasaje en que tiene lugar la
confluencia de los ríos Tunuyán y Desaguadero, navegándolo
hasta su confluencia con el Diamante y continuar por éste hasta el
río Negro.