Con fecha 24 de abril de 1876, escribía desde el
Río Cuarto a aquel diario:
"Estimulado por sus benévolos conceptos vengo a
manifestarle ligeramente mis ideas a este respecto, porque pienso que es un
deber de los que estamos al frente de las fronteras, encargados de su guarda y
su adelanto, presentar al estudio de todos los hombres ilustrados, el producto
de nuestras meditaciones y experiencia, en esta cuestión de vida o muerte
para la riqueza agrícola de este país.
Estas opiniones no son nuevas en mí, por otra parte, y
responden al pensamiento antiguo de hacer del río Negro la frontera de la
República.
Mi idea es ésta: creo que sin grandes sacrificios se
puede avanzar la línea de San Rafael sobre el río Diamante hasta
el río Grande o Colorado o bien hasta el Neuquén.
No solamente ofrecería esta operación grandes
beneficios para el país, por los riquísimos campos regados por los
numerosos ríos y arroyos que se desprenden de la Cordillera, y que se
ganarían para la Provincia de Mendoza, o para la Nación; sino por
las ventajas que reportaría para la seguridad de nuestras fronteras
actuales, el hecho de interceptar y cortar para siempre el comercio
ilícito que desde tiempo inmemorial hacen con las haciendas robadas en la
República Argentina.
No veo pues por qué no se ha de apresurar nuestro
gobierno a tomar posesión de la parte oriental de los Andes, si no hasta
donde ha alcanzado Chile, por lo menos hasta el río Grande o
Neuquén, obteniendo así la doble ventaja de aislar a los
habitantes de las Pampas y adquirir territorios fertilísimos, aptos para
toda clase de cultivos y cubiertos de pastos, aguas y bosques abundantes.