1º Encerrar a los indios en el desierto,
cortándoles todas sus comunicaciones con el norte del río
Negro.
2º Perseguirlos en el mismo desierto sin darles tregua ni
cuartel.
En efecto, no puede ser otro el objetivo capital de la gran
operación. Tenemos ideas más avanzadas aún sobre el
éxito. Una vez encerrados los indios en ese desierto llamado Patagonia,
sin ganados, sin vicios, sin recursos vitales, y luchando con la aridez del
territorio, ¿qué harán sino buscar provisiones y ropa en
una sumisión discrecional? Es necesario tener en cuenta que los indios de
hoy no son los que vio Villarino, y que los bárbaros mezclados ya con
elementos civilizados, obedecen a la exigencia de grandes necesidades, que en su
primitiva vida no conocieron, y que no podrán satisfacer una vez
arrojados al desierto patagónico.
Uno de los jefes superiores que no ha tenido más plan de
frontera que el de la ocupación del río Negro, es el general D.
Julio A. Roca, hoy encargado de la cartera de Guerra y Marina. El estudio y la
experiencia le habían enseñado que, cuando se quiera hacer a la
República el inmenso servicio de garantir la seguridad de sus
campañas, habrá que pensar en aquellas grandes líneas
trazadas por la naturaleza previsora, en los confines del desierto, cuya
conquista se anhela.
Era todavía coronel el señor Roca cuando el
presidente Sarmiento lo llamaba para exponerle un plan de avance de la frontera
sobre los valles del oriente de los Andes.