Los indios resistieron al principio enviar más cautivos;
reuniéronse en consejo todos sus caciques, cambiaron varios parlamentos y
diversas notas con Rosas, y al fin se decidieron a hacer la primera remesa de
cautivos en los términos en que se les había impuesto.
Las notas que dirigían los caciques eran escritas por el
teniente coronel chileno Millalecón, que hacía de secretario del
cacique principal, a quien Rosas lo tenía de su parte.
Millalecón prestó en esas negociaciones grandes
servicios al ejército expedicionario, y en recompensa más tarde
Rosas le hizo reconocer en su grado, lo dio de alta en la plana mayor,
asignándole sueldo.
Recibida la primera remesa de cautivos, mandaron los indios el
resto de los que tenían en sus toldos, acompañándolos
quinientos mocetones de lanza, que traían el encargo de rendir homenaje a
Rosas, a los jefes y oficiales de su ejército y a los caciques amigos que
habían expedicionado.
Dispuso éste, para hacer impresión en los indios,
que el recibimiento fuese solemne.
Al efecto, mandó que el ejército formase en dos
alas y por en medio de ellos desfilaron los indios con el grupo de cautivos que
entraban a pie.