"El doctor -dice Claudio- hacía la autopsia de las generaciones actuales para que las venideras entraran a la vida cantando el Himno de la Buena Sangre; y no enfermas, raquíticas, vencidas de antemano... A las sociedades que se forman, hay que mostrarles sus males escuetamente, para que los comprendan, para que los eviten"...
Léase, pues, este libro sin el bajo
prejuicio de creerlo inmoral, porque sus besos de amor hagan arder la piel. El ideal que movió la pluma honestísima y austera de Claudio, fue el ideal de un soñador. Un soñador que hubiera deseado ver la vida más bella y los seres más probos. Oíd su propia confesión puesta en boca del médico:
"El doctor Grott quería que la raza nueva fuera potente. Una raza apta para todas las batallas del adelanto; raza constituida para resistir todos los oleajes. Y no una raza formada de decrepitudes, degenerada por las pústilas y las atrofias; minada por el vicio; vencida por las pasiones abyectas; envenenada por los gérmenes que sus mayores alimentaron con sensualismo, con alcohol y con histeria".