La sirviente estaba allí, en espera. Su mano sostenía un candelabro. Tras mirarla interrogadoramente, bajó la cabeza y humedeciendo sus dedos en saliva, arrancó la pavesa de la bujía. Después avanzando un poco hacia la blanca forma de su ama, preguntó en voz baja:
-¿Mandaba la señora alguna cosa?
-Nada -repuso Ella, como arrancada de intensó pensamiento. -Voy a reclinarme un poco aquí mismo... Puedes retirarte. -y Como acordándose de algo:
-¡Piss!, se me olvidaba: A la una despierta a la enfermera. Le llevas té; y al portero, que espere al doctor sin dormirse. No te olvides de servir el té a la enfermera.
-No señora. ¿Nada más?