Alba se acercó a la consola en que
la lámpara brillaba, y sin quitar sus ojos del doctor, alzó la luz. Después volvió cerca del enfermo. Alfredo Grott, estirando la mano fuera de la manga de su abrigo, buscó bajo las ropas, con un cuidado extremo, un brazo de Víctor. Este se estremeció cual si soñara. Como para llegar pronto al fin, Grott exclamó en voz alta:
-¿Qué tal se siente usted, amigo den Víctor ?
Tuvo un aaa! prolongado el joven y abrió las pupilas somnolientas, mirando sorprendido al médico.
-¡Hijito! -dijo Alba y corrió solícita a El, doblándose casi hasta rozar su cara con la de Ella. Le explicó que era el doctor y que llegaba a saber como seguía.