Al través de sus arterias circulaba
el trágico virus, como si fuera un río de podredumbre que, no teniendo dónde convergir, se había desbordado por su piel en forma de focos purulentos... Esa era la enfermedad de Víctor Bernal, y su carne bajo ella, parecía desleirse, sucumbir trozo a trozo, en medio de una marcha de dolores...
Alfredo Grott habló algunos momentos más con él, y recomendándole reposo absoluto, se despidió. Alba esperaba ansiosa en el saloncillo. Sus pupilas de dolorosa, lo interrogaron en una gran mirada.
-Pronto lo tendrá usted en pie,
señora- sonriendo con afable confianza, le dijo el médico, y agregó -ahora haga usted que venga la enfermera y que lo atienda según sabe; y usted señora, duerma y no se entristezca. Buenas noches -y, atento y gentil, sonriente el moreno rostro de bigote recortado, tras de tender la mano a la pobre atribulada, atravesó el saloncito. Era un hombre reposado.