... Una de las plumas de su sombrero, temblorosa y blanca, se veía casi fuera de la portezuela y así también su mano, cubierta con fino guante.
Alba, estaba como obsesionada en la
contemplación del cartel lírico. Mirándolo, veía el soberbio Coliseo aristocrático. Veía su vestíbulo marmóreo, y a esa hora, lleno de las sombras de la noche. Veía las grandes columnas griegas del frontispicio, y viéndolas en sus ensueños, le pareció como si se desprendiesen de su base para venir a conversarla del "ayer", como a una vieja conocida...