¡Ah, esas noches incomparables!, en
que languidecientes sus cuerpos y sus almas, tras un "te adoro" enorme, se adormecían con los labios entre los labios; ceñidos por un profundo beso, en tanto que la luz de las estrellas los bañaba y los rayos soñadores de la luna, se besaban con las flores del jardín lleno de aromas y misterio...
Se estremeció todo su cuerpo como en un quejido de placer; sus pupilas aparecían cargadas de llamas y su pecho hinchábase como una gran onda tempestuosa...
Suspiró con angustia, y lentas lágrimas rodaron por el alabastro de sus mejillas como si hubieran sido la voz sagrada de los deseos guillotinados...
Al levantar la cabeza, miró con miedo. De pie, ante la puerta que daba al comedor, aparecía inmóvil la silueta de un hombre que metido dentro de un largo abrigo con cuello de astracán y con el sombrero suspenso en la mano enguantada de gris, la contemplaba en un silencio casi atónito, sagrado....