-Tampoco tocaréis el jardín; pero del patio haréis lo que mejor
os parezca; me alegraría de que nadie pudiese reconocerlo.
-Haré todo lo que pueda para que el señor conde quede
satisfecho; sin embargo, quedaría más tranquilo si quisiera vuestra excelencia
darme sus instrucciones para la comida.
-En verdad, mi querido señor Bertuccio -dijo el conde-, desde
que estáis en París, os encuentro desconocido; ¿no os acordáis ya de mis gustos,
de mis ideas?
-Pero, en fin, ¿podría decirme vuestra excelencia quién
asistirá? -Aún no lo sé, y tampoco vos tenéis necesidad de saberlo.