-Porque -respondió Alberto- las noticias se siguen unas a otras
y no se asemejan.
-¡Ah, diablo! -dijo el conde-. ¿El señor Danglars juega a ganar
o perder 300 000 francos en un día? ¡Será inmensamente rico!
-¡No es él quien juega! -exclamó vivamente Luciano-, es la
señora Danglars; es una mujer verdaderamente intrépida.
-Pero vos que sois razonable, Luciano, y que conocéis la poca
seguridad de las noticas, pues que estáis en la fuente, debierais impedirlo-,
dijo Morcef sonriendo.
-¿Cómo es eso posible, si a su marido no le hace ningún caso?
-respondió Luciano-. Vos conocéis el carácter de la baronesa; nadie tiene
influencia sobre ella, y no hace absolutamente sino lo que quiere.