-Tan cierto como que yo debo casarme con la señorita Danglars
-respondió Alberto riendo.
-¿Os reís?
-Sí.
-¿Y por qué?
-Porque creo que Franz tiene tanta simpatía por su
matrimonio
como la hay entre la señorita Danglars y yo. Pero, en verdad,
conde, que hablamos de las mujeres como las mujeres hablan de los hombres; esto
es imperdonable.