-¡Desde luego! ¿Es algún antiguo amigo vuestro ese mayor
Cavalcanti? -preguntó Alberto.
-No, por cierto, es un digno señor, muy modesto, discreto, como
muchos de los que hay en Italia, descendiente de una de las más antiguas
familias. Lo he encontrado muchas veces en Florencia, en Bolonia, en Luca, y me
ha avisado de su llegada. Los conocimientos de viaje son exigentes, reclaman de
vos en todas partes la amistad que se les ha manifestado una vez por casualidad.
Este mayor Cavalcanti va a volver a París, que no ha visto más que de paso en
tiempos del Imperio, y va a helarse a Moscú. Yo le daré una buena comida y me
dejará su hijo; le prometeré vigilarle, le dejaré hacer todas las locuras que
quiera y estamos en paz.