-¿Y qué más?
-¡Oh!, señor conde... -dijo Alberto.
-No, no, quiero absolutamente librarme de esa reputación
misteriosa que me habéis adjudicado, mi querido vizconde: es muy difícil
representar eternamente el Manfredo. ¿Qué más.. . ?, continuad, Bautista.
-En seguida no recibir más que al señor mayor Bartolomé
Cavalcanti y a su hijo.
-Ya lo oís, al señor mayor Bartolomé Cavalcanti, de la más
antigua nobleza de Italia; además, su hijo, un apuesto joven de vuestra edad, o
poco más, vizconde, que lleva el mismo título que vos, y que hace su entrada en
el mundo con los millones de su padre. El mayor me trae esta tarde a su hijo
Andrés, el contessino, como decimos en Italia. Me lo confía y yo lo protegeré si
tiene algún mérito. Me ayudaréis, ¿no es así?