-A fe mía, conde --dijo Morcef-, os doy mil gracias por esa
franqueza que usáis conmigo, y acepto la proposición que me hacéis. Decís que no
queréis que mi madre os cobre antipatía, y sucede todo lo contrario.
-¿Lo creéis así? -exclamó el conde con interés.
-¡Oh!, estoy seguro. Cuando os separasteis el otro día dè
nosotros estuvimos hablando una hora de vos; pero vuelvo a lo que decíamos
antes. ¡Pues bien!, si mi madre pudiese saber esa atención de vuestra parte,
estoy seguro de que os quedaría sumamente reconocida; es verdad que mi padre se
pondría furioso.