-Con mucho gusto, señor conde, acepto.
Montecristo se volvió hacia Morcef.
-¿No pensáis -le dijo- que habéis hecho mal en hablar de
vuestra suegra delante de Debray?
-Escuchad, conde -dijo Morcef-, no digáis en adelante una
palabra acerca de esto.
-Decid la verdad, ¿la condesa se opone a ese matrimonio?
-Rara vez viene a casa la baronesa, y mi madre creo que no ha
estado dos veces en su vida en la de la señora Danglars.