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Ecl.- Ciertamente.

Ar.- ¿Y son los hombres inclinados por naturaleza al celibato, o a la virginidad?

Ecl.- No.

Ar.- Luego no son virtudes naturales, y por consiguiente no son morales. La naturaleza inclina a la unión y a la propagación, aun antes de todo pecado original, porque este deseo o inclinación lo imprimió Dios en el hombre inocente, y para que lo satisfaciese con honestidad y santidad instituyó desde el principio el lazo indisoluble del matrimonio de uno con una. ¿Cómo, pues, podrán llamarse virtudes morales la virginidad y el celibato, cuando no solamente no son naturales, sino que están diametralmente en oposición con los deseos naturales e inocentes que Dios puso en la naturaleza desde el principio?

Ecl.- Confieso que la reflexión me hace fuerza, porque aunque me ocurre la idea de la concupiscencia y del desorden...

Ar.- Para eso sí que hay virtudes morales, para refrenar el desorden de la concupiscencia; para eso están la castidad, la continencia, el pudor, etc. Porque la naturaleza inclina al orden, y ved aquí la segunda prueba de lo que voy diciendo.

Ecl.- Veámosla.

Ar.- La tomaremos del oficio de las virtudes. Cada una se opone a un vicio o desorden especial, y lo refrena y cohíbe. De modo que donde se halla una especial razón de desorden o deformidad, allí hay alguna razón para poner una virtud especial y distinta de las demás. Sería muy fácil numerar los vicios, y las virtudes que le son opuestas, y conocer palpablemente que ninguna está ociosa, y que la práctica de todas ellas ordena al hombre para que viva según la razón y la ley natural. Esto supuesto, pregunto ahora ¿a qué vicios o desórdenes se oponen la virginidad y el celibato? ¿Cuáles son estos contrarios?

Ecl.- No me atreveré a oponerles los vicios de disolución, y sus conjuntos, como la gula, la ebriedad, la impudicia, etc., porque contra todos ellos hay especiales virtudes, la pudicia, la sobriedad, la abstinencia, etc. Es menester confesarlo de buena fe: lo que se opone a la virginidad y al celibato es el matrimonio, y ya veo la consecuencia que váis a deducir.

 
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