Ar.- Con algarabías se ha contestado siempre; y no hay otro modo, ni puede haberle.
Ecl.- También hay otro.
Ar.- ¿Y cuál es?
Ecl.- Con excomuniones y con penas gravísimas.
Ar.- Tenéis razón.
Ecl.- ¡Y tanta! Por eso digo yo que por mucha verdad que digáis, para mí siempre es una ley que me obliga; y ¡desdichado, si afirmo lo contrario!
Ar.- De ese modo se llaman también leyes las voluntades del gran sultán. Si la cuestión se reduce a este estado, os aconsejo que observéis la tal ley; y que no contraigáis matrimonio, sino en el caso de mucha seguridad.
Ecl.- Os agradezco el consejo, pero ya no lo necesito. En otra edad hubiera corrido gran peligro con esta conferencia.
Ar.- Siguiendo nuestro raciocinio, digo que esta misma conformidad que debe tener la ley humana con la eterna y la natural, para ser justa, esa misma debe tener necesariamente con la ley divina positiva; de modo que si discrepa de ella, o es contraria, ni puede llamarse ley ni tener fuerza de obligar. Diciendo, pues, San Pablo que no había recibido del Señor precepto alguno de la virginidad o del celibato, toda ley humana que lo imponga es opuesta a la voluntad del que no quiso que hubiese tal precepto.
Ecl.- Acaso San Pablo hablaría en general de todos los fieles, y no precisamente contrayéndose a los ministros del culto. Y en este sentido, para aquéllos será consejo, y para éstos precepto.
Ar.- Pero San Pablo era sacerdote y obispo y apóstol, y dice sin distinción: yo no tengo precepto del Señor; mas doy consejo como hombre que ha conseguido misericordia de Dios para serle fiel. Claro está que San Pablo dice que observaba el celibato no por precepto que tuviese, sino por ser uno de aquéllos que había recibido este don extraordinario.
Ecl.- Los apóstoles, dice un Padre, o fueron vírgenes, o si tuvieron mujeres, las dejaron.
Ar.- Es un hecho. Pero esto prueba que practicaron el consejo. Nada hay aquí de derecho; y si no, decidme: estos mismos apóstoles que dejaron mujeres legítimas, si no las hubieran dejado, o si hubieran vuelto a cohabitar con ellas ¿hubieran sido criminales?
Ecl.- Imperfectos, desde luego.