Ar.- ¡Lástima es que sea un
crimen lo que pudiera ser solamente una imperfección! Pero ¿cómo ha de ser? Vuestra Iglesia ha querido como enmendar la plana a Jesucristo, y llevar este asunto más allá de lo que Él indicó. Mas decidme ¿quién os ha dado facultad para hacer este trastorno? Pues qué ¿no podíais observar el consejo sin elevar a precepto por medio de un voto, o de una ley?
Ecl.- Cuando hacemos este voto, o nos sujetamos a esta ley, tenemos libertad porque nadie nos fuerza a ello, y hacemos este sacrificio en obsequio de Dios.
Ar.- ¡Ya! Con que si yo tomo este alfanje, y con libertad, y sin que nadie me fuerce, me quito la vida o me corto una pierna en obsequio de Dios, haré una gran cosa, ¿no es esto?
Ecl.- No, porque nuestra vida y nuestro cuerpo son de Dios, son dones suyos, de los cuales no podemos disponer sin un expreso mandato divino; como, por ejemplo, cuando los sacrificamos por la fe y las buenas costumbres.
Ar.- ¡Y qué! ¿La
libertad, y nuestras naturales inclinaciones, no son también dones de
Dios, como la vida y los miembros del cuerpo? ¿Por qué, pues, las sacrificáis, sin que Dios os haya impuesto tal precepto? ¡Con qué será pecado cortarse un dedo en obsequio de Dios, y será obsequiar a Dios privarse de su libertad y de sus inclinaciones naturales por medio de un voto o de una ley! ¿En dónde estamos, señor cura? ¡Vosotros no véis estas contradicciones, y queréis ser respetados de los hombres como maestros! Decidme si no ¿a dónde hay ni el menor vestigio en todo el Nuevo Testamento que autorice este trastorno de elevar a precepto el consejo para su observancia?
Ecl.- ¡Jesucristo ha dado tantas pruebas de que amó la virginidad!
Ar.- Y sin embargo a ningún estado la mandó, y vosotros os adelantáis a imponeros este yugo, tan apretadamente que sólo a fuerza de crímenes podéis romperle o sacudirle.
Ecl.- Pero si así no fuese
¿quiénes serían seguidores del consejo? O ¿cuántos permanecerían constantemente en su observancia?
Ar.- Suponed que no hubiese ninguno, o que
dejasen de observarle ahora los que antes se hubiesen ejercitado en él, ¿no es ésta la naturaleza del consejo? ¿Y qué inconveniente ni qué trastorno se seguiría al estado, ni a la religión, ni a la Iglesia de esta manera de observancia?
Ecl.- Pienso que se seguirían muchos.