Ar.- Sibi imputet.
Al día siguiente tuvimos el
Ar.- Entrando ahora a examinar
los motivos que ha tenido la Iglesia para observar, o diré mejor, para
mandar observar tan constante y tan tenazmente la disciplina del celibato, no se
me oculta que muchos le han atribuido miras políticas de dominio, y de
prepotencia. Mas dejando aparte este examen, en que no hay necesidad de entrar
por ahora, nos limitaremos a discurrir sobre este punto sin separarnos de la ley
natural, de la ley evangélica, y de la doctrina de vuestros doctores.Ya hemos visto que el exigir la Iglesia la observancia del celibato, elevando el consejo a precepto, es enteramente opuesto al derecho natural. Tampoco tiene fundamento en el derecho divino, porque ni Jesucristo ha dicho, ni en todo el Nuevo Testamento se lee que el seguidor del consejo de tal manera haya de practicarle, que no pueda separarse de su observancia, cuando bien le parezca. ¿Adónde, pues, encontraremos el fundamento de este trastorno? Yo no hallo más que razones de congruencia, y creo que son cuatro. Si acaso hay alguna otra, o podrá reducirse a éstas, o tendréis la bondad de manifestármela.
Ecl.- Veamos cuáles son ésas.
Ar.- Sea la primera: la mayor
expedición para el ejercicio del ministerio. Segunda: el decoro del estado. Tercera: la reverencia debida a los sagrados misterios. Y cuarta: el mayor mérito que se adquiere para con Dios, privándose el hombre, por voto o por ley de la libertad de abandonar la práctica del consejo. Examinemos cada una de por sí.
Primera razón. La mayor expedición para dedicarse enteramente al ministerio.
Afortunadamente esta razón la da el mismo apóstol. El que no tiene mujer, dice, solamente cuida de las cosas de Dios, y del modo de agradarle; mas el que tiene mujer está solícito de las cosas del mundo y del modo de complacerla; y de esta manera está dividido. En estas palabras parece que está el triunfo de Roma y de su disciplina.
Ecl.- ¿Y no lo está?
Ar.- No señor. Al contrario, ésta es una prueba de que la Iglesia se ha excedido.
Ecl.- ¿Cómo?
Ar.- El apóstol, apoyado en estas
razones, solamente aconseja el celibato. Esto lo digo, añade, para vuestra utilidad; no para echaros un lazo. Mas la Iglesia, apoyada en las mismas razones, manda; no aconseja. Y ¿cómo manda? Descuidaos, y contraed matrimonio. Éste será declarado nulo, y vos lleno de censuras y gravísimas penas. ¿En qué se parece esta conducta de la Iglesia a lo que dice San Pablo? Pero vamos a la razón. Esta división que dice el apóstol ¿perjudica a la caridad y a la justificación, o puede componerse muy bien con toda la justicia cristiana?