Prólogo
PERSPECTIVAS DE LA MASONERÍA
ANTE LOS PROBLEMAS ACTUALES
La rápida acogida brindada por los lectores a mi libro La
masonería. Política y sociedades secretas, que apareció en junio de 1998, me
ha obligado a redoblar el estudio sobre esta enigmática organización, su
desarrollo histórico, vinculaciones políticas y los aspectos antropológicos y
filosóficos que rodean a su ideología y doctrina.
El apoyo de los lectores ha sido incesante. A ellos se han
sumado amigos y no pocos investigadores que en estos dos años me han consultado
sobre la cuestión masónica e, incluso, me han hecho llegar documentación
especialmente sobre el funcionamiento de logias o la actividad de masones en el
interior del país.
Es para mí una alegría encontrar apoyo e interés también en
gente muy joven, estudiantes universitarios o simplemente lectores en los que se
ha despertado la curiosidad a propósito de la antigua fraternidad de la escuadra
y el compás.
Ha sido abrumador el requerimiento de mi presencia en actos,
conferencias, seminarios o exposiciones, en instituciones públicas y privadas,
sobre el tema masónico, tanto sobre las creencias y concepciones antiguas como
sobre su entronque con la modernidad.
En 1982, cuando era jefe de redacción de la revista Todo es
Historia, dirigida por Félix Luna, publiqué un breve ensayo sobre el tema
masónico. Guardé una abultada documentación, libros, revistas y folletos sobre
la cuestión. A fines de 1997, aproveché que había cesado en mi trabajo en un
diario porteño y que la Gran Logia habría abierto sus archivos desde 1857 hasta
1957, para trabajar sin descanso durante cinco meses. Así surgió el libro
anterior.
Mis dos abuelos y mi padre habían sido masones. Fallecieron
antes de mi nacimiento o a los pocos años; en el caso del escribano e
historiador Emilio P. Corbière, mi abuelo paterno, cuando yo tenía un año de
edad y mi padre, el médico Emilio Corbière, cuando tenía cinco. Curiosamente,
también mi abuelo materno, el martillero Salvador Lino, un viejo garibaldino que
actuó en la "Logia Estrella Polar" de Bahía Blanca, había revistado en las filas
de los hermanos tres puntos. Mi madre, Celina Lino de Corbière, me contaba que
cuando era adolescente había aprendido a bailar, a los quince años, en las
fiestas familiares que organizaban los masones bahienses, veladas que seguían a
una tenida blanca de conferencia.