El citado documento dice textualmente:
Declaración sobre la Masonería. Se ha planteado si ha cambiado
el juicio de la Iglesia en relación con la Masonería por el hecho de que en el
nuevo Código de Derecho Canónico ésta no aparece expresamente mencionada como en
el Código anterior.
Esta Congregación está capacitada para responder que tal
circunstancia se debe a un criterio de redacción seguido también para otras
asociaciones igualmente no mencionadas en cuanto comprendidas en categorías más
amplias.
Se mantiene por tanto sin cambio el juicio negativo de la
Iglesia en relación con las asociaciones masónicas, ya que sus principios han
sido siempre considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia y por
ello la adscripción a la misma queda prohibida. Los fieles que pertenecen a las
asociaciones masónicas están en situación de pecado mortal y no pueden acceder a
la Santa Comunión.
No compete a las autoridades eclesiásticas locales el
pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas con un juicio que
implique derogación de cuanto se ha establecido más arriba, todo ello en línea
con la Declaración de esta Santa Congregación del 17 de febrero de 1981 (cfr.
AAS73/1981 pp. 240-241).
El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el curso de la audiencia
concedida al infrascrito Cardenal Prefecto, ha aprobado la presente Declaración,
decidida en la reunión ordinaria de esta S. Congregación, y ha ordenado la
publicación de la misma.
Roma, dada en la sede de la S. Congregación para la Doctrina de
la Fe, el 26 de noviembre de 1983. Firma el Cardenal Joseph Ratzinger.
Esta declaración se inspiró en un documento contrario a la
masonería redactado por los obispos alemanes, titulado Declaración de la
Conferencia Episcopal Alemana acerca de la pertenencia de los católicos a la
masonería, promulgado en Wurzburg el 28 de abril de 1980. Este documento, a
su vez, se refiere a la encíclica Humanum genus de León XIII, del 20 de
abril de 1884, donde se afirmaba que "el Magisterio de la Iglesia ha denunciado
en la masonería ideas filosóficas y concepciones morales opuestas a la doctrina
católica", y a la Carta al pueblo italiano, del 8 de diciembre de 1892,
en la que el mismo pontífice escribía: "Recordamos que el cristianismo y la
masonería son esencialmente inconciliables, así como inscribirse en la una
significa separarse de la otra".
Los coloquios entre la masonería germana y el Consejo del
Episcopado Alemán se produjeron con la llegada al papado de Juan XXIII y los
nuevos vientos de renovación del Concilio Vaticano II, que aprobó, no debe
olvidarse, una declaración sobre libertad religiosa, principio secularizador tan
caro para los masones. Fue en ese clima de diálogo que fructificó el
acercamiento, muy distinto, dos décadas después, de la actual situación ya que
Roma, con el papa Juan Pablo II, secundado por elementos totalitarios como los
del Opus Dei, la organización integrista desarrollada por José María Escrivá de
Balaguer, en tiempos del franquismo español, ha renovado la anacrónica
excomunión.