En otro orden, el estudioso marplatense, Roberto Smekens, me
facilitó la totalidad de la obra de Jean Tourniac, y pude lograr en París, las
dos obras clave del eminente historiador René Le Forestier (La francmasonería
templaria y ocultista de los siglos XVIII y XIX y especialmente La
francmasonería ocultista del siglo XVIII y la Orden de los Elegidos
Cohens).
Diversidad de corrientes
Desde luego que la masonería, aunque los masones lo desmientan,
es una organización de poder, o que tiende al poder político. Si bien no
constituye un partido político ya que recorre transversalmente todos los
agrupamientos -en esto se parece mucho a la Iglesia Católica-, despliega una
cierta política masónica, lo que Aristóteles denominaba "arquitectónica" antes
que "agonal" o pragmática. De todas maneras no existe organización en la vida
social de los pueblos que pueda trascender las leyes de hierro de la política y
de la economía. La masonería no trasciende las contradicciones de clase y en su
propio seno debaten y se enfrentan las diversas ideologías de cada época. Pensar
otra cosa es ignorar esas leyes, y significa caer en la mitología o en las
teorías conspirativas.
Piénsese en el enfrentamiento entre San Martín y Alvear en las
logias operativas lautarinas. Pero, en nuestra historia, existieron diversas
corrientes políticas que la masonería trató, con éxito, de amalgamar, buscando
la unidad nacional en un país desgarrado por las guerras civiles que recién
concluyeron en 1880 con la federalización de Buenos Aires. La masonería, sin
embargo, repito, no anula las contradicciones sociales, las diferencias
ideológicas, la lucha de intereses. No lo podría hacer. Pero siempre ha buscado
síntesis diversas basadas en el librepensamiento y en un plexo valorativo que se
podría calificar de progresista, algo parecido a la socialdemocracia actual,
aunque, como se verá en el último capítulo de este libro, con mayores
definiciones políticas de lo que hoy se denomina "tercera vía", que es una vía
muerta.
No ha sido ni es apolítica (salvo algunos pequeños grupos
conservatistas) pero sí es apartidista. El "apoliticismo" es una falacia, no
existe en ningún orden de la sociedad y quienes lo defienden, masones o de otras
ideologías, son elementos reaccionarios que hacen política al revés, a favor de
los intereses del statu quo.
En 1860, cuando se realizó la Constituyente que reintegró a
Buenos Aires a la Confederación, se produjo un enfrentamiento entre los
"porteñistas" (Mitre, Sarmiento, Elizalde) con los "federales" o "nacionales"
(José Roque Pérez). Fue un debate de gran rudeza. Finalmente Buenos Aires se
reintegró al Estado nacional pero quedaron muy heridos los contrincantes que
participaron de esas jornadas memorables.