Esto, además de coincidir con los testimonios precedentes en
cuanto a la subordinación jerárquica señalada, aclara la relación que existía
entre la Logia matriz y la masonería, a la que alude Onsari -seguramente
basándose en este párrafo de Mitre- cuando se refiere a la existencia de
infinidad de este tipo de cuerpos de carácter político o social que, sin tener
carácter masónico, exigen para el ingreso que el candidato sea recibido masón,
juzgando que ello le da no sólo disciplina sino una preparación determinada y el
firme propósito de servir nobles ideales, enseñados por la masonería, quien ha
jurado defender con entusiasmo y que son esenciales en el movimiento político o
social que va a propugnar a través de la entidad en la cual se enrola (****). De
lo expresado se desprende que si bien la Logia no era masónica stricto
sensu, sus integrantes eran
iniciados en la masonería simbólica de rito azul, a través de su participación
en talleres de estudio y de su formación personal, en los que se pasaba por los
tres grados clásicos de "aprendiz", "compañero" y "maestro". Significativamente,
los seguidores de Monteagudo y Julián Álvarez, que militaban en la oposición al
gobierno, ya no se denominaron morenistas, como en 1811, sino que comenzaron a
identificarse como "partido liberal o democrático", contemporáneamente al
desarrollo de la aludida tarea de difusión de los principios masónicos. Sólo una
vez superada esa primera instancia formativa, y sobre esa base, algunos eran
introducidos en los propósitos bien concretos y exclusivamente políticos de la
entidad: trabajar con sistema y plan en la liberación de América y su felicidad,
no reconocer otro gobierno legítimo que el emanado de la voluntad popular y
propender a la estabilización de los nuevos Estados. Esto es: independencia,
democracia y Constitución.
La otra conexión con la masonería que resulta evidente es que
los principios integrantes de los cuadros directivos de la Logia matriz
pertenecían a la orden, como lo prueban los símbolos utilizados en sus
comunicaciones, de innegable procedencia masónica: además de los consabidos tres
puntos \, el de la "cadena de unión", 0-0, esta
última tan frecuente en la correspondencia entre San Martín y O'Higgins; y sobre
todo el inquebrantable silencio juramentado que guardaron de sus acciones, aun
mucho tiempo después de desaparecida la Logia, el que habría carecido de sentido
de no mediar el compromiso masónico. Asimismo se adoptó el uso del seudónimo,
común entre los masones españoles y que pasó luego a los hispanoamericanos: por
ejemplo, iniciada la guerra de zapa en el Perú, una logia le dirige una carta a
San Martín llamándolo "nuestro h\ Inaco" y a su vez
la firma como "Caupolicán\" (*****).
Recientemente, Emilio J. Corbière ha contribuido a esclarecer
bastante este confuso tema rescatando del trabajo del masón Emilio Gouchón
(1680-1912), Gran Maestre y Gran Comendador del Grado 33, titulado La
organización masónica en la independencia americana, el concepto de "logia
operativa", diferenciada de la "logia simbólica o contemplativa" en tanto que
tiene un carácter excepcional, pues, creada en momentos de tensión
sociopolítica, trabaja sobre el cuerpo social con un fin específico,
transformador de la realidad, y tiene un período de existencia determinado por
el cumplimiento de aquél. La Logia de Buenos Aires se encuadraría en esta
categoría, de la que se desentendió la historia masónica posterior. Es que la
admisión de su existencia implicaría contradecir los principios que rigen en las
logias simbólicas, base de la masonería, las cuales practican el
librepensamiento y apuntan al pluralismo de sus integrantes, siendo ajenas a
todo partido político, confesión religiosa o formación filosófica excluyente.
Por esta vía se descarta cualquier actuación corporativa y concertada, de tal
suerte que sólo se admite que la Orden interviene en la realidad por el único
medio de la acción individual de sus miembros en uso de su libre albedrío. Pero,
como agudamente advierte el citado autor, lo cierto es que la masonería "no mira
pasar los hechos sino que trata de influenciar en los mismos. Lo contrario es
literatura para cándidos" y esa participación se ha realizado desde el siglo XIX
a través de las logias o talleres operativos, que podían contar con el apoyo de
no iniciados (******).