Rufino Blanco Fombona exaltó la figura de Simón Bolívar y la de
su preceptor, el socialista utópico Simón Rodríguez. En ese marco trató de
manera poco justa al otro gran libertador, el general José de San Martín. No es
el caso analizar aquí la obra del venezolano. Lo que quiero dejar constancia es
que muchos temas que hoy parecen novedosos sobre San Martín ya habían sido
planteados por el publicista andino, entre otros.
La obra de Patricia Pasquali es de notable importancia. Me
refiero especialmente a sus libros San Martín. La fuerza de la misión y la
soledad de la gloria y San Martín confidencial. Correspondencia personal
del Libertador con su amigo Tomás Guido (1816-1849) y su trabajo, que
recibió el Premio República Argentina, San Martín en el ostracismo: profecía,
silencio y gloria. García Hamilton ha convulsionado el ambiente de los
historiadores con Don José. La vida de San Martín. En el mismo camino se
encuentran Hugo Chumbita y Silvia Puente. Esta última ha rescatado la figura
humana y batalladora de la joven esposa del Libertador en su libro Remedios
de Escalada. El escándalo y el fuego en la vida de San Martín, una mujer que
en momentos difíciles difundió aquella página donde afirmaba: "Yo armé a ese
valiente".
Cito a estos autores y sus escritos, entre otras razones,
porque se refieren a la cuestión masónica. Pasquali incluye en el libro que
primero nombré correspondencia entre el Libertador y Pueyrredón donde utilizan,
para reconocerse como masones pero sin mencionar la palabra, dos símbolos
comunes entre los adeptos de la escuadra y el compás: los tres puntos
(\) y la "cadena de unión" (O-O-O). La autora también se
refiere a las menciones del Libertador, durante su permanencia en Bruselas, a la
sociedad masónica "Amis du Commerce", "la que -dice la autora- aparece en la
correspondencia de San Martín mencionada como lugar de frecuencia habitual".
Hay una página del libro de Pasquali que me interesa incluir
aquí, para despertar en el lector la necesidad de leerlo. Dice:
Conexiones de la Logia con la masonería
Mitre, que seguramente fue quien más posibilidades tuvo de
ahondar en la naturaleza y el funcionamiento de esta institución, se refiere a
la Logia en términos aparentemente contradictorios, aunque bien interpretados no
lo son. Luego de afirmar que las sociedades secretas de americanos "revestían
todas las formas de las logias masónicas; pero sólo tenían de tales los signos,
las fórmulas, los grados y los juramentos (*), sindica a Alvear, Zapiola y San
Martín como "los fundadores de la masonería política en el Río de la Plata"
(**). Posteriormente agregó que la Logia se estableció a mediados de 1812 "sobre
la base ostensible de las logias masónicas reorganizadas", explicando: "La
asociación tenía varios grados de iniciación y dos mecanismos excéntricos que se
correspondían. En el primero, los neófitos eran iniciados bajo el ritual de las
logias masónicas que desde antes de la revolución se habían introducido en
Buenos Aires y que existían desorganizadas a la llegada de San Martín y de
Alvear. Los grados siguientes eran de iniciación política en los propósitos
generales. Detrás de esta decoración que velaba al gran motor oculto, estaba la
Logia matriz, desconocida aun para los iniciados en los primeros grados y en la
cual residía la potestad suprema" (***).