La Iglesia Católica, tras un examen de los rituales masónicos,
"ha debido constatar -se lee en el documento episcopal- oposiciones
fundamentales e insuperables", y de allí surgiría inequívocamente que, para los
católicos, la pertenencia simultánea a la Iglesia y a la masonería quedaba
excluida.
Los motivos de la inconciliabilidad, de acuerdo con la óptica
de los obispos alemanes, que paso a resumir dada su extensión, fueron los
siguientes: la masonería, contrariamente a la Iglesia, niega, por principio, el
valor de la verdad revelada y, con esta indiferencia, excluye, desde el
comienzo, una religión revelada. En particular, según la masonería, la Iglesia
Católica no es detentadora de la verdad absoluta, objetiva y revelada. La
masonería, por ello, sostiene una concepción relativista de la verdad, mediante
la cual todas las religiones (y por ello también la católica) expresan una
verdad nunca absoluta, revelada y objetiva. Un concepto tal de verdad -se afirma
en el documento episcopal alemán- no es compatible con el concepto católico de
verdad, ni desde el punto de vista de la teología natural, ni desde el de la
teología de la revelación. El relativismo y el subjetivismo de esta clase,
sostenidos por la masonería, no se pueden armonizar con la fe revelada en la
palabra de Dios e interpretada auténticamente por el magisterio de la
Iglesia.
Dicen los obispos que, del relativismo de la verdad, los
masones pasan al relativismo de la religión. Consideran que la masonería es una
religión universal que sería sólo alcanzable a través de los símbolos masónicos.
Esa religión universal ("la religión en la que todos los hombres están de
acuerdo", según la Constitución masónica de Anderson) tiene como símbolo al Gran
Arquitecto del Universo, un ser neutral, indefinido y abierto a toda posible
interpretación, concepción incompatible -concluyen los prelados- con el Dios
revelado.
El 23 de febrero de 1985, L'Osservatore Romano publicó
en primera página, a tres columnas, un artículo anónimo, por el cual se
ratificaba la doctrina antimasónica de la Congregación dirigida por Ratzinger.
Tanto esta última como el diario vaticano, de acuerdo con los observadores
católicos, han ratificado las antiguas doctrinas preconciliares de las
encíclicas Humanum genus (1884) y la Carta al pueblo italiano
(1892) de León XIII y la encíclica In eminenti de Clemente XII, de
1738. La excomunión, el "entredicho" entre las dos organizaciones, por lo tanto,
persiste de parte de la cúpula vaticana. Una excomunión a la que hacen caso
omiso los sacerdotes, altos prelados y católicos que se afilian actualmente a la
institución masónica sin tener en cuenta la prohibición.