-No te acerques al fuego en seguida -advirtió el Príncipe. Podrían salirte sabañones.
-¡Sabañones! -exclamó
el Viento Norte con una carcajada-. ¡Vaya, los sabañones son mi mayor delicia! ¿Qué clase de animal entecado eres tú? ¿Cómo has venido a meterte en esta caverna de los vientos?
-Es mi invitado -contestó la anciana-. Y si no te agrada la explicación será mejor que te metas en la bolsa. ¿Me has entendido?
La amonestación tuvo su efecto; el Viento Norte respondió cortésmente acerca de sus recientes actividades y de dónde había estado durante el pasado mes.
-Vengo del Océano Artico -dijo-.
Fui a la isla de Behring con los rusos cazadores de morsas. Me senté al lado del timón y estuve durmiendo mientras el barco se internaba en el mar; de vez en cuando despertaba y veía los petreles volar alrededor de mis piernas. Son pájaros muy singulares: dan unos cuantos rápidos aletazos, luego extienden las alas, inmóviles, no pierden velocidad por ello.
-No seas tan detallista -objetó la madre de los vientos-. ¿De modo que por fin llegaste a la isla de Behring?