-El señor Noirtier -siguió con su tono despiadado- había
intentado, antes de ahora, perjudicaros tanto a vos como a vuestra familia,
dejando sus bienes a los pobres. Nada se espera de él, y esto le salva. Pero no
bien ha destruido su principal testamento, no bien ha hecho el segundo, cuando
de miedo que haga un tercero, se le Mere. Su testamento es de anteayer, creo;
veis que no han perdido el tiempo.
-¡Oh, piedad, señor d'Avrigny!
-Nada de piedad, señor. El médico tiene una misión sagrada
sobre la tierra, y para cumplirla debidamente es preciso que se remonte hasta el
principio de la vida y baje hasta las tenebrosas regiones de la muerte. Cuando
se ha cometido un crimen, y Dios espantado sin duda aparta su vista del
criminal, el médico debe decir: ¡Vedle ahí!