-Ya os lo dije una tarde en el jardín después de la muerte de
la señora de Saint-Merán: porque su cuerpo está acostumbrado a ese veneno.
Porque la dosis insignificante para él, es mortal para cualquier otro. En fin,
porque nadie sabe, ni aun el asesino, que desde hace un año estoy combatiendo
con la nuez de San Ignacio la parálisis del señor Noirtier, mientras que el
asesino no ignora que es un veneno sumamente activo.
-¡Dios mío! ¡Dios mío! -exclamó Villefort.
-Seguid los pasos del criminal. Este mata al señor de
Saint-Merán.
-¡Oh! ¡Doctor!