Y sin dar la mano a Villefort, sin hablar más, salió acompañado
de las lágrimas y lamentos de todas las personas de la casa.
Aquella misma noche todos los criados de Villefort se reunieron
en la cocina, hablaron detenidamente, resolvieron presentarse a la señora de
Villefort y pedirle permiso para abandonar su servicio. Nada les detuvo, ni
aumento de salario, ni nada, nada; a todo respondían:
-Queremos irnos, porque la muerte está rondando esta casa.
Se marcharon, pues, a pesar de los ruegos que les hicieron, no
sin dar a conocer con todo el sentimiento el dolor que les causaba dejar a tan
buenos amos, y sobre todo a la señorita Valentina, tan buena, tan bienhechora y
tan dulce.