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Villefort lanzó en derredor suyo una mirada sombría y murmuró:
-En mi casa -murmuró-, en mi casa.
-Vamos, magistrado -dijo d'Avrigny-, sed hombre. Intérprete de la ley, honraos a vos mismo por medio de una inmolación completa.
-¡Me hacéis estremecer, doctor! ¿Una inmolación?
-Ya lo he dicho.
-¿Sospecháis, pues, que alguien...?
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