Afortunadamente, por aquellos días
apareció Juan Claridades, periódico jocoserio que venía al
estadio de la Prensa a desenmascarar a Lucrecia Borgia, o sea a la descarada
inmoralidad, que lo invade todo, etc., etc. ¿Qué más
quería don Torcuato? Allí continuó su campaña
higiénica... en letras de molde. Pero tenía un formidable enemigo.
¿Quién? Don Ángel Cuervo; es decir, nuestro
héroe.
Don Ángel Cuervo no tenía
familia, ni le hacía falta, como decía él, porque en todas las casas de Laguna veía la propia; entraba y salía con la mayor confianza, así en el palacio del magnate como en la cabaña más humilde.
-Yo soy -decía- el paño de
lágrimas de toda la población (y solía limpiarse las narices, al hablar así, con un inmenso pañuelo de hierbas; tal vez hubiera en esto una asociación de ideas o, por lo menos, de pañuelos).