Más adelante..., lo más
pronto, al volver del entierro; entonces ya les encontraba otro aspecto; ya empezaban a vivir por sí mismos. Antes no; eran pedazos animados del difunto. Después, a la vuelta, la viuda ya se había recogido el pelo, se había echado un pañuelo sobre los hombros; el hijo se había puesto una levita. Y la levita y el chal, por esta parte, y las paletadas de cal y tierra, por la parte del muerto, los iba separando, separando...
Creo haber dicho ya que la frase bienquisto
era muy del agrado de don Ángel, y no sólo amaba la frase, sino lo
que significaba; le encantaba el aprecio general, y no porque de esto
venía a vivir, pues sus rentas consistían principalmente en lo que
se guisaba en las cocinas amigas, sino por el aprecio mismo, por entrar y salir
como Pedro por su casa en todos los hogares. No, no era un parásito en el
sentido de que explotase sus relaciones con reflexión y cálculo;
no pensaba en eso: era un idealista, un artista a su modo; comía donde le
cogía la hora de comer, pero sin fijarse, como la cosa más natural
del mundo, cual si el tener un sitio suyo en todos los comedores de la ciudad
fuese una ley social que no podía menos de cumplirse.