La religión funciona a través de la confianza: cuanto más
confías, más religioso te vuelves. La ciencia ha realizado milagros y esos
milagros son muy visibles. La religión ha realizado milagros más grandes, pero
esos milagros no son visibles. Aún si un Buddha está presente, ¿qué puedes
sentir? ¿qué puedes ver? El no es visible -visiblemente, él es simplemente un
cuerpo; visiblemente, él simplemente es tan mortal como tú lo eres;
visiblemente, él llegará a ser anciano y morirá algún día- invisiblemente, él es
inmortal. Pero tú no tienes los ojos para ver aquello que es invisible, tú no
tienes aquella capacidad para sentir lo más interno, lo desconocido.
Por eso es que sólo los ojos que confían, poco a poco,
comienzan a sentir y a volverse sensibles. Cuando tú confías, el confiar
significa cerrar estos dos ojos. Por eso es que la confianza es ciega, así como
el amor es ciego -pero la confianza es aún más ciega que el amor.
Cuando cierras ambos ojos ¿qué sucede? Sucede una
transformación interna. Cuando cierras estos dos ojos que ven hacia afuera ¿qué
le sucede a la energía que va a través de los ojos? Esa energía comienza a
moverse hacia adentro. No puede fluir de los ojos hacia los objetos, cambia de
dirección, hace un giro. La energía tiene que fluir, la energía no puede estar
estática; si cierras una salida, comienza a buscar otra. Cuando ambos ojos están
cerrados, la energía que estaba moviéndose a través de estos dos ojos comienza a
regresar -sucede un cambio.
Y esa energía golpea el tercer ojo en ti. El tercer ojo no es
algo físico: es sólo que la energía que fluye a través de los ojos hacia los
objetos ahora está regresando hacia su fuente -se convierte en el tercer ojo, la
tercera forma de ver el mundo.
Sólo a través de ese tercer ojo un Buddha es visto; sólo a
través de ese tercer ojo un Jesús es percibido. Si no tienes ese tercer ojo,
Jesús estará ahí, pero tú no te darás cuenta -muchos no se dieron cuenta. En su
propio pueblo la gente pensaba que él era simplemente el hijo del carpintero
José. Nadie, nadie pudo reconocer lo que le había sucedido a este hombre: él ya
no era más el hijo del carpintero, él se había convertido en el hijo de Dios
-pero eso es un fenómeno interno. Y cuando Jesús declara: "Soy el hijo de lo
Divino, mi Padre está en los Cielos", la gente se reía y decía: "O te has vuelto
loco, o eres un tonto, o eres un hombre muy astuto. ¿Cómo puede el hijo de un
carpintero repentinamente convertirse en el hijo de Dios?" Pero hay una
manera...