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Y LA PALABRA SE HIZO CARNE
Hablaré acerca de Cristo, pero no acerca del Cristianismo. El
cristianismo no tiene nada que ver con Cristo. En realidad, el cristianismo es
anti-Cristo, tal como el Budismo es anti-Buda y el Jainismo, anti-Mahavir.
Cristo tiene en sí algo que no puede ser organizado: su verdadera naturaleza es
la rebelión, y la rebelión no puede ser organizada. Apenas la organizas, la
matas. Entonces queda sólo el cadáver. Puedes venerarlo, pero eso no te puede
transformar. Puedes llevar la carga durante siglos y siglos, pero sólo será un
peso, no te liberará. Por eso, quisiera dejar algo totalmente claro desde el
principio: estoy enteramente de parte de Cristo, pero ni siquiera una pequeña
parte de mí esta de parte del cristianismo. Si quieres a Cristo, tienes que
trascender el cristianismo. Si te aferras demasiado al cristianismo, no te será
posible entender a Cristo. Cristo está más allá de todas las iglesias.
Cristo es el principio mismo de la religión. En Cristo se
cumplen todas las aspiraciones de la humanidad. El es una síntesis excepcional.
Normalmente, un ser humano vive en agonía, angustia, ansiedad, dolor y
sufrimiento. Si miras a Krishna, verás que él se ha ido al otro polo: vive en
éxtasis. No hay agonía; la angustia ha desaparecido. Puedes amarle, puedes
bailar con él un rato, pero faltará el puente. Tu estás con angustia, él está en
éxtasis -¿dónde está el puente?.
Alguien como Buda se ha ido aun más lejos. Ni está angustiado,
ni esta en éxtasis. Se halla absolutamente tranquilo y en calma. Esta tan lejos
que puedes mirarle, pero no puedes creer en su existencia. Parece un mito
-quizás la cristalización de los deseos de la humanidad. ¿Cómo puede un hombre
así caminar sobre la tierra, trascendiendo en esa forma toda angustia, todo
éxtasis? El se encuentra demasiado lejos.