El amor es locura; la ley, cálculo. La ley es confiable, la
sociedad puede decidir con ella. Pero el amor no es confiable -¿quién decidirá?
El amor no conoce reglas: no es aritmética, es poesía. Es peligroso. El amor es
siempre salvaje, y la ley es social.
Recuerda esto: respeta la ley, pero no te limites a eso; de
otra manera, habrás vivido en vano. De hecho, no habrás vivido. Respeta la ley,
porque si no lo haces tendrás problemas. Debes vivir en una sociedad, tienes que
seguir ciertas reglas, pero sólo son reglas. No hay nada supremo respecto a
ellas, no hay nada de Dios en ellas. Déjame decirte esto: los Diez Mandamientos
fueron creados por Moisés. No provienen de Dios, eso no es posible. Esos Diez
Mandamientos son reglas humanas del juego. "No robarás" -porque la propiedad es
individual. Pero si el juego cambia y la propiedad llega a repartirse, "No
robarás" no tendrá sentido como ley. O bien, si algún día el mundo llega a ser
realmente opulento, habrá tanto que nadie robará. Sólo si hay pobreza es posible
el robo. La gente esta hambrienta y es pobre -y entonces roban. Pero si la
sociedad es rica -como va a serlo algún día- y hay demasiadas cosas: todo lo que
necesites, hay más disponible... entonces, ¿quién será ladrón? El mandamiento
desaparecerá en ese momento. Ya no será necesario.
Los Diez Mandamiento son sociales. Moisés trae la ley; Jesús
trae la verdad, la gracia, el amor. El amor viene de Dios, la ley viene de la
mente. El amor es de Dios, la ley es del hombre.
Y con amor, la gracia ocurre. Y con amor -la verdad. Recuerda
esto, porque entender a Jesús es entender el fenómeno del amor. Entender a Jesús
es entender los detalles de la gracia. Entender a Jesús es entender la verdad.
Recuerda: si puedes entender la verdad, la verdad libera. Y no existe otra
liberación.