Con Jesús, un caos penetro en la consciencia de la humanidad.
Ahora, la organización no debe hacerse en el exterior, en la sociedad; el orden
debe ser llevado al núcleo más interno de tu ser. Cristo ha traído un caos.
Ahora, partiendo de ese caos, debes renacer totalmente: un orden que proviene
del ser más interno. No una nueva Iglesia, sino un hombre nuevo; no una nueva
sociedad, sino una nueva consciencia humana. Ese es el mensaje.
Y estas palabras del evangelio de San Juan -debes haberlas oído
tantas veces, has debido leerlas tantas veces. Se han convertido en algo casi
inútil, sin sentido, insignificante trivial. Han sido repetidas tantas veces que
ahora no repica ninguna campana en tu interior cuando las oyes. Pero estas
palabras son tremendamente poderosas. Puede que hayas perdido su significado;
pero si llegas a estar un poco alerta, consciente, puedes recuperar el
significado de estas palabras. Será necesario un esfuerzo para recuperar el
significado... similar al que es necesario para reclamarle un terreno al
océano.
El cristianismo ha cubierto estas hermosas palabras con tantas
interpretaciones que la frescura original se ha perdido -a través de las bocas
de los sacerdotes, que simplemente repiten como loros sin saber lo que están
diciendo: sin saber, sin dudar, sin temblar ante la santidad de estas palabras.
Simplemente, repiten palabras como robots mecánicos. Sus ademanes son falsos,
porque todo ha sido entrenado.
Una vez fui invitado a una universidad teológica cristiana. Me
sorprendí cuando me mostraron el establecimiento. Es una de las universidades
teológicas más grandes de la India: cada año preparan entre doscientos y
trescientos sacerdotes y misioneros cristianos -un entrenamiento de cinco años.
Y todo debe ser enseñado: incluso como pararse en el púlpito, como hablar, donde
dar más énfasis, como mover las manos -todo debe ser enseñado. Y entonces todo
se vuelve falso: entonces, la persona sólo está haciendo ademanes vacíos.