Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros
-y contemplamos su gloria,
gloria como hijo único del Padre-
lleno de gracia y de verdad.
Y la Palabra se hizo carne -una de las frases más hermosas
del evangelio- y habitó entre nosotros. Con Jesús, es como si la Palabra se hubiese convertido en carne:
Dios se ha convertido en hombre. El secreto se ha abierto; lo oculto ha sido
revelado; el misterio se ha convertido en una palabra abierta. Todas las puertas
del templo están abiertas.
Y la palabra se hizo carne... y habitó entre nosotros... Juan produjo la atmósfera, porque la Palabra sólo puede
llegar a ser carne cuando el que escucha está listo.
Si estás listo, te podré decir lo que llevo dentro de mi
corazón. Si no estás listo, será imposible pronunciarlo; será absolutamente
inútil. De hecho, no puede ser expresado hasta que estés listo.
Cuando tu corazón este dispuesto, esa misma disposición hará
aparecer la verdad que llevo dentro de mi corazón. Entonces, el corazón puede
hablar al corazón, lo profundo puede responder a lo profundo.
Juan reunió a un grupo, un pequeño grupo de gente escogida que
fueran capaces de confiar, que fueran capaces de ver con los ojos de la
confianza. Sólo en esa situación es posible la aparición de Jesús. Recuerda
esto: si el que escucha está dispuesto, sólo entonces puede ser pronunciada la
verdad.
Durante muchos años estuve viajando por este país, durante todo
el año, sólo para encontrar gente que fuera capaz de transformarse a sí misma,
de modo que lo que llevo dentro de mí pudiera convertirse en carne, pudiera ser
pronunciado. Ahora, la gente me pregunta por que no voy ya a ninguna parte. Ese
trabajo ya está hecho. Ahora, aquellos que estén dispuestos vendrán a mí. En
este momento, esa es la única forma.