El evangelio capta el punto exacto del ser de Jesús: verdad y
gracia. El era verdad, era profundamente verdadero hasta el núcleo mismo
-suprema, absolutamente verdadero. Así es como se metió en problemas. Vivir con
una sociedad que es absolutamente falsa, vivir en ella con absoluta veracidad,
significa meterse en problemas. Y la gracia. El no era ni un político ni un
sacerdote. Simplemente, amaba la vida y la vivía. No estaba aquí para predicar
nada, no tenía ningún dogma que inculcar, no tenía ideas que forzar sobre la
gente. En realidad, vivió una vida llena de gracia, pureza y fluidez, y fue
contagioso. Con quien fuera que se contactara -el que llegara a tener contacto
con el se quedaría hipnotizado, magnetizado. Este hombre era un niño, un niño
inocente. La gente se sentía atraída. La gente dejó sus casas, sus trabajos;
simplemente, comenzaron a seguirle.
El no era un predicador, no estaba entregándole ninguna
revolución política al mundo, no estaba proclamando ninguna reforma para el
mundo. Simplemente, estaba entregándote una manera fluida de vivir. Y ese era el
problema -porque los Judíos son una de las razas más reprimidas del mundo. Muy
reprimidos, moralistas, puritanos. Ese se convirtió en el punto problemático.
Ellos se guían por principios. Se guían por la ley, y la ley debe ser
respetada.
Naturalmente, tienen mucho éxito en el mundo. Si respetas la
ley, tendrás mucho éxito. Si te guías por el amor, estás destinado al fracaso.
Es una desgracia, es desafortunado, pero es así: la ley triunfa, el amor fracasa
-en el mundo. En lo que a Dios respecta, el amor triunfa, la ley fracasa; -pero,
¿a quién le importa Dios?
Los Judíos son muy respetuosos de la ley, muy buenos
ciudadanos, y dondequiera que vayan siempre tienen éxito, porque siempre van con
la ley. Se rigen por la aritmética. Por ese motivo, obtienen la mayoría de los
Premios Nobel. Nadie puede competir con ellos. Tienen mucho talento: tienen
éxito en los negocios, en la política; hagan lo que hagan, siempre hacen lo
adecuado. Pero son puritanos muy formalistas, profundamente cautivos de la
mente. Una profunda resaca prosigue en la mente.