Escena XVI
Podkolésin y Kochkarév (entran).
Kochkarév: Pero... ¿por qué a casa? ¡Qué absurdo! ¿Por qué a casa?
Podkolésin: ¿Y para qué habría de quedarme aquí? Si ya dije todo lo que correspondía...
Kochkarév: ¿Le dijiste, pues, lo que sentías?
Podkolésin: Bueno, quizás no se lo haya dicho.
Kochkarév: ¡Ésa sí que es buena! ¿Y por qué no?
Podkolésin: Vamos... ¿Cómo quieres que uno, sin haber hablado antes de nada, diga de buenas a primera: "¡Señora, permítame casarme con usted!".
Kochkarév: Entonces... ¿de qué tonterías hablaron ustedes durante media hora?
Podkolésin: De todo un poco y, lo confieso, estoy muy contento; he pasado el rato muy agradablemente.
Kochkarév: Pero, escúchame y juzga tú mismo. ¿Cuándo tendremos tiempo de hacer todo eso? ¡Dentro de una hora hay que ir a la iglesia, a casarse!
Podkolésin: Pero... ¡tú estás loco! ¿A casarme hoy?...
Kochkarév: ¿Por qué no?
Podkolésin: ¿A casarme hoy?
Kochkarév: Pero... ¡si tú mismo me diste tu palabra, me dijiste que cuando echara a los novios, estabas dispuesto a casarte!
Podkolésin: Bueno. Y estoy dispuesto a cumplir mi promesa. Pero no inmediatamente. Dame un mes para tomar aliento.
Kochkarév: ¡Un mes!
Podkolésin: Sí, claro.
Kochkarév: Pero... ¿estás loco, o qué?
Podkolésin: Menos de un mes, imposible.
Kochkarév: Pero... ¡si ya acabo de encargar la cena nupcial, alcornoque! Vamos, escúchame, Iván Kúsmich. No seas porfiado, querido. Cásate ahora.
Podkolésin: Pero, hermano... ¿Qué estás diciendo? ¿Cómo quieres que me case ahora?
Kochkarév: ¡Iván Kúsmich! Vamos, te lo ruego. Si no quieres hacerlo por ti, hazlo al menos por mí.
Podkolésin: No puedo, te lo juro.
Kochkarév: Puedes, querido, todo lo puedes. ¡Vamos, no seas caprichoso, querido!
Podkolésin: Pero... ¡te aseguro que no! Es muy embarazoso, sumamente embarazoso.
Kochkarév: Pero... ¿por qué habría de serlo? ¿Quién te ha dicho eso? Razona tú mismo, tú que eres un hombre inteligente. No te lo digo para lisonjearte ni porque seas un consejero de tercera, te lo digo simplemente por afecto. Vamos, querido, decídete, mira las cosas con ojos de hombre razonable...
Podkolésin: Pero si se pudiera, yo...
Kochkarév: ¡Iván Kúsmich, tesoro mío! Vamos... ¿Quieres que me arrodille ante ti?
Podkolésin: Pero... ¿para qué?
Kochkarév: (Arrodillándose ante él). ¡Vamos, aquí me tienes de rodillas! Ya lo ves, te lo suplico. ¡Nunca olvidaré el favor que me has hecho! ¡No seas porfiado, tesoro!
Podkolésin: No, no puedo, hermano, te juro que no puedo.
Kochkarév: (Levantándose, furioso). ¡Cerdo!
Podkolésin: Bueno, si quieres, insúltame.
Kochkarév: ¡Estúpido! Nunca vi a un hombre tan estúpido.
Podkolésin: Insúltame, insúltame.
Kochkarév: ¿Por quién me he estado afanando? ¿Por quién he librado toda una batalla? ¡Todo en beneficio tuyo, idiota! ¿Qué gano yo con todo esto? Te abandonaré. ¿A mí qué me importa?
Podkolésin: ¿Y quién te ha pedido que te afanes? Abandóname, si quieres.
Kochkarév: Pero... ¡si te abandono te pierdes, sin mí no harás nada! Si no ve caso, seguirás siendo un tonto toda la vida.
Podkolésin: ¿Y a ti, qué te importa?
Kochkarév: Por ti me afano, alcornoque.
Podkolésin: No quiero que te afanes.
Kochkarév: ¡Entonces, vete al diablo!
Podkolésin: Bueno, me iré al diablo.
Kochkarév: ¡Allá te puedes ir!
Podkolésin: Me iré.
Kochkarév: Ve, ve. Y ojalá te rompas una pierna. ¡Te deseo de corazón que te atropelle un cochero borracho! ¡Eres un títere, y no un funcionario! ¡Te juro que entre nosotros todo ha terminado y que no quiero verte más.
Podkolésin: No me verás. (Se va).
Kochkarév: ¡Vete al diablo, tu viejo amigo! (Abriendo la puerta, le grita en pos). ¡Estúpido!