Ágata Tijónovna: ¡Que hombre de méritos! Ahora acabo de conocerlo bien: realmente, resulta imposible no quererlo; ¡es tan modesto y tan razonable... Sí, su amigo fue justo cuando habló tan bien de él; sólo lamento que se haya ido tan pronto, me habría gustado escucharlo un poco más. ¡Qué agradable resulta hablar con él; lo principal, es que no habla por hablar... También yo quise decir unas cuantas palabras, pero, confieso que me acobardé. El corazón me latía de tal manera... ¡Qué hombre magnífico! Iré a contárselo a la tía. (Se va).