Escena XIII
Dichos y Ágata Tijónovna.
Kochkarév: Señora, le he traído a este mortal que aquí ve. Nunca hubo un hombre tan enamorado... Ni a un enemigo te desearía yo que sufriera estas torturas de amor...
Podkolésin: (Dándole un codazo, en voz baja). Vamos, hermano. Me parece que estás exagerando.
Kochkarév: (A él). ¡No es nada, no es nada! (A ella, en voz baja). Sea más audaz, es muy tímido, trate de ser lo más desenvuelta posible. Enarque un poco las cejas o baje los ojos y fulmínelo de pronto con ellos al muy bribón, o muéstrele el hombro y que lo mire, el muy canalla. Es una lástima que no se haya puesto un vestido de mangas cortas; pero así tampoco está mal. (En voz alta). ¡La dejo en grata compañía! Me asomaré por un momento a su comedor y a su cocina: hay que dar órdenes, porque no tardará en llegar el camarero al cual le encargué la cena: quizás hayan mandado ya los vinos... ¡Hasta pronto! (A Podkolésin). ¡Más audacia! ¡Más audacia! (Se va).