Escena XI
Gevákin (solo, habla en pos de ella).
Gevákin: Permítame, señora... Dígame la razón. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Acaso tengo algún defecto importante?... ¡Se fue! ¡Qué caso sorprendente! Ya van diecisiete veces que me sucede lo mismo, y siempre casi de la misma manera: al principio, todo parece marchar bien, y cuando llegamos al desenlace... me rechazan. (Se pasea por la habitación, con aire caviloso). Sí... ¡Es la novia número diecisiete! Pero... ¿qué pretende? ¿Por qué habría de... con qué motivo...? (Después de meditar). ¡El asunto es oscuro, oscurísimo! ¡Todavía, si yo tuviera algún defecto grave! (Se examina). Al parecer, no se podría decir eso: a Dios, la naturaleza no me ha ofendido en nada. ¡Es incomprensible! ¿No me convendría irme a casa y hurgar en el baúl? Tengo ahí unos versitos a los cuales ninguna mujer podría resistirse. ¡Dios mío, es realmente incomprensible! Al principio, las cosas parecían marchar bien. Por lo visto, habrá que dar marcha atrás. ¡Es una lástima, es realmente una lástima! (Se va).