Escena IX
Kochkarév, Ágata Tijónovna.
Ágata Tijónovna: (Mirando a su alrededor). ¡Cómo! ¿Se han ido? ¿No hay nadie?
Kochkarév: Se han ido, se han ido, no hay nadie.
Ágata Tijónovna: ¡Oh, si supiera cómo he estado temblando! Nunca me ha pasado nada parecido. ¡Qué hombre terrible es ese Iaíchnitza! ¡Qué tirano sería sin duda con su mujer! ¡Temo verlo volver de un momento a otro!
Kochkarév: ¡Oh... ! No volverá por nada del mundo. Me juego la cabeza a que ninguno de los dos volverá.
Ágata Tijónovna: ¿Y el tercero?
Kochkarév: ¿Qué tercero?
Gevákin: (Asomando la cabeza por la puerta). Me muero por saber cómo se referirá ella a mí con su boquita... ¡Qué flor de mujer!
Ágata Tijónovna, ¿Y Baltasar Baltasárovich?
Gevákin: ¡Ah, ahí está, ahí está! (Se trota las manos).
Kochkarév: ¡Bah! Ya sé a quien se refiere. ¡Pero si ese hombre es imposible! ¡Un imbécil nato!
Gevákin: ¿Qué significa esto? Francamente, no lo entiendo de ninguna manera.
Ágata Tijónovna: Sin embargo, parece ser un hombre excelente.
Kochkarév: ¡Es un borracho!
Gevákin: ¡Juro que no lo entiendo!
Ágata Tijónovna: ¿De veras que es un borracho?
Kochkarév: Pero, naturalmente... ¡Un bribón bien conocido!
Gevákin: (En voz alta). No, permítame. ¡Yo no le pedí que dijera eso, de ningún modo! Una cosa era decir algo en beneficio mío; pero para hacerlo con esas palabras, sírvase ocuparse de otro, yo no quiero saber nada.
Kochkarév: (Aparte). ¿Por qué se le habrá ocurrido volver? (A Ágata Tijónovna, en voz baja) Mire, mire, apenas si puede sostenerse sobre sus piernas. Así está todos los días. ¡Échelo y asunto acabado! (Aparte). Y Podkolésin que no aparece... ¡Qué canalla! Me desahogaré con él. (Sale).