Ágata Tijónovna: ¡Otro camino, tía! Se interesa no sé qué rey de corazones... hay lágrimas... una carta de amor; por la izquierda, se muestra afectuoso el rey de pique, pero una malvada le estorba.
Arina Panteleimónovna: ¿Y quién podría ser, en tu opinión, el rey de pique?
Ágata Tijónovna: No lo sé.
Arina Panteleimónovna: Pues yo sí lo sé. Ágata Tijónovna: ¿Quién es?
Arina Panteleimónovna: Un buen compañero, Alejo Dmitrievich Starikóv.
Ágata Tijónovna: Eso sí que no, con seguridad. ¡Apostaría a que no!
Arina Panteleimónovna: No discutas, Ágata Tijónovna. ¡Su cabello es tan rubio! No hay otro rey de pique.
Ágata Tijónovna: Te digo que no: el rey de pique significa aquí a un noble... A un mercader, le costaría pasar por el rey de pique.
Arina Panteleimónovna: ¡Ah, Ágata Tijónovna! ¡Por cierto que no dirías eso si viviera aún tu padre Tijón Panteleimónovich! El difunto solía asestar un puñetazo sobre la mesa y gritar: "¡Que se vaya al infierno el que se avergüence de ser mercader! ¡Y no casaré a mi hija con un coronel! ¡Que eso lo hagan otros! Y a mi hijo, no le haré servir en la administración pública. ¿Acaso un mercader no sirve al zar a su manera, tanto como cualquier otro? Y descargaba el puño sobre la mesa. ¡Y tenía una manaza como un balde! A decir verdad, vapuleó bastante a tu madre. De lo contrario, la difunta habría vivido más tiempo.
Ágata Tijónovna: ¡Y yo, podría tener un marido tan malvado como él! ¡No me casaré con un mercader por nada del mundo!
Arina Panteleimónovna: ¡Si Alejo Dmitrievich no es así!
Ágata Tijónovna: ¡No quiero, no quiero! Tiene barba. Apenas empieza a comer, todo se le escurre por la barba. ¡No, no quiero!
Arina Panteleimónovna: Pero... ¿dónde se podría conseguir un buen noble? En la calle no, por cierto.
Ágata Tijónovna: Tecla Ivánovna lo encontrará: ha prometido encontrar algo de lo mejor.
Arina Panteleimónovna: Pero... ¡si es una embustera, tesoro mío!