Si una semilla no se transforma en una planta, pensamos que la
tierra puede no ser la apropiada o que la semilla no ha tenido suficiente agua o
suficiente luz solar. No culpamos a la semilla. Sin embargo, si no se producen
flores en la vida del hombre, afirmamos que el hombre es el responsable de ello.
Nadie piensa en abonos de mala calidad, falta de agua o de luz solar, y hace
algo en consecuencia. En este caso, todo se limita a acusar al hombre de
"maligno". Y es así que la planta del hombre se ha quedado subdesarrollada; es
reprimida por una actitud enemistosa, no ha logrado alcanzar el estado de
florecimiento.
La naturaleza es una armonía rítmica, pero la artificialidad
que el hombre ha impuesto sobre ella, la ingeniería que ha llevado a cabo sobre
ella, el conocimiento mecánico que ha arrojado a la corriente, han creado
obstrucciones en muchos lugares, han detenido el flujo... Y el río es culpado:
el hombre es malo, la semilla es venenosa... Quiero atraer tu atención hacia el
hecho de que los obstáculos fundamentales han sido construídos por el hombre,
creados por él mismo; de otro modo, el río del amor podría correr libremente y
llegar al océano de Dios. El amor es algo inherente al hombre. Si los obstáculos
son eliminados con discernimiento, el amor podrá fluir. El amor podrá elevarse
hasta alcanzar a Dios, al Sublime Supremo.
¿Cuáles son estas imposiciones hechas por el hombre?
En primer lugar, la obstrucción más obvia ha sido la oposición
respecto al sexo, el oprobio de la pasión. Esta prohibición ha destruído la
posibilidad de que el amor nazca en el hombre. Y la simple verdad es que el sexo
es el punto de partida del amor. El sexo es el inicio del viaje en pos del amor.
El origen, el Gangotri del Ganges del amor es el sexo, la pasión, y todo el
mundo se comporta como si éste fuese el enemigo. Todas las culturas, todas las
religiones, todos los gurús, todos los profetas y videntes han atacado a este
Gangotri, a esta fuente, y el río se ha quedado detenido allá arriba. El vocerío
público siempre ha dicho que el sexo es un pecado, es irreligioso: el sexo es
veneno. Nunca nos damos cuenta de que, en último término, es la misma energía
sexual la que viaja y llega al océano del amor. El amor es la transformación de
la energía sexual. El amor florece de la semilla del sexo.