El muchacho respondió: "¿Qué tienes? ¿Por qué debo venir?
¿Tienes algún dinero? Ando en busca de dinero". El ego siempre se halla
motivado. El ego acudirá sólo si con ello se cumple algún propósito. Pero el
amor es inmotivado. El amor es su propia recompensa.
El árbol sorprendido dijo: "¿Vendrás únicamente si te doy
algo?" Aquello que posee no es amor. El ego acumula, pero el amor da en forma
incondicional. "No sufrimos esa enfermedad, y por eso estamos alegres", dijo el
árbol. "Los capullos florecen en nosotros, muchos frutos crecen en nosotros.
Damos una sombra tranquilizadora, sedante. Danzamos con la brisa y cantamos
canciones. Las aves inocentes saltan y trinan en nuestras ramas, aunque estemos
sin dinero. El día en que nos involucremos con el dinero, tendremos que ir a los
templos como tus hombres débiles hacen para aprender a obtener la paz, y para
aprender a encontrar el amor. No, no tenemos ninguna necesidad de dinero".
.El muchacho dijo: "Entonces, ¿para qué tengo que visitarte?,
iré donde haya dinero. Necesito dinero".
El ego pide dinero porque necesita poder.
El árbol pensó unos instantes y dijo: "No vayas a ningún otro
lado. Recoge mis frutos y véndelos. Obtendrás dinero con ello".
El niño se entusiasmó, inmediatamente trepó y cogió todas las
frutas. El árbol se sintió contento, aun cuando algunas ramas y varillas se
rompieron, aun cuando cayeron algunas hojas al suelo. Hasta recibir heridas hace
feliz al amor, pero aun obteniendo algo, el ego no está contento, el ego siempre
desea más. El árbol no se dio cuenta de que el muchacho ni siquiera se volvió
una vez a darle las gracias. La aceptación de su oferta de recoger y vender los
frutos era suficiente agradecimiento para él.
Por mucho tiempo el muchacho no regresó. Ahora tenía dinero y
estaba ocupado haciendo más dinero de ese dinero.