Es necesario reflexionar detenidamente respecto a esto. Si esta
enfermedad no es comprendida, si no es corregida ahora mismo, tampoco en el
futuro habrá posibilidades para el amor en la vida humana. La ironía es que
hemos aceptado como válida a esa misma fuente que ha originado que el amor aún
no brille en el horizonte humano. Si los principios que nos hacen errar el
camino son repetidos, reiterados, a través de los siglos, no lograremos ver la
falsedad fundamental de los principios originales. El caos surge debido a que el
hombre es intrínsecamente incapaz de ceñirse a normas antinaturales, y así, el
hombre aparece como errado.
He oído que en tiempos remotos, un buhonero de abanicos de mano
solía pasar frente al palacio de un rey, vociferando acerca de lo excepcionales
y estupendos que eran los abanicos que tenía a la venta.
Proclamaba que nunca nadie había fabricado ni visto abanicos
como estos. El rey tenia una colección de todo tipo de abanicos provenientes de
todos los rincones del planeta. Sintió curiosidad, y atisbó desde el balcón para
ver al vendedor de tan extraordinarios y estupendos abanicos. Sin embargo, le
pareció que los abanicos eran corrientes, a lo más, valdrían una rupia cada uno.
El hombre fue llamado arriba.
El rey preguntó: "¿Por qué son tan extraordinarios estos
abanicos y cuál es su precio?" El buhonero respondió: "Su Señoría, el precio no
es muy alto. En comparación con la calidad de estos abanicos el precio es mucho
menor. Cien rupias cada abanico". El rey estaba asombrado. "¿Cien rupias? Estos
abanicos que valen una rupia cada uno... que pueden encontrarse en todas
partes... ¿y pides cien rupias por cada uno? ¿Qué tienen de especial estos
abanicos?" El hombre dijo: "¡La calidad! Están garantizados por cien años. No se
arruinarán ni siquiera en cien años". "Si me baso en su aspecto, parece
imposible que duren ni siquiera una semana. ¿Estás tratando de engañarme? Un
completo fraude, ¿y además con el rey?" El buhonero replicó: "¡Mi Señor! ¿Cómo
me atrevería? Usted sabe muy bien, Señor, que paso diariamente bajo su balcón
vendiendo abanicos... El precio es de cien rupias por abanico, y me hago
responsable si no dura cien años. Me puedes encontrar todos los días en la
calle. Y además, tú eres el soberano de estas tierras; ¿cómo podría estar a
salvo si te engaño?" El abanico fue comprado por el precio solicitado. Aún
cuando el rey no confiaba, se moría de curiosidad por saber en qué se basaba el
buhonero para defender una mentira tan obvia. Se le ordenó al hombre que se
presentara después de siete días...