El amor se halla en nuestro interior. El amor es nuestra
naturaleza intrínseca. Es un completo error pedirle al hombre que dé amor. El
problema no consiste en crear amor, sino en indagar y descubrir los motivos por
los cuales no logra manifestarse. ¿Cuál es el obstáculo? ¿La dificultad? ¿Dónde
está el dique que lo refrena? Si no existen barreras, el amor aparecerá. No es
necesario persuadirle o guiarle. Cada hombre se hallará lleno de amor si no
existen barreras de cultura errada o de tradiciones degradantes y dañinas. Nada
puede sofocar al amor, el amor es inevitable. El amor es nuestra naturaleza.
El Ganges fluye desde los Himalayas. Su comente de agua es
fuerte y fluída. No solicita un pase de transeúnte, no le pregunta a un
sacerdote por el camino hacia el océano. ¿Has visto alguna vez a un río en un
cruce de caminos, solicitándole a un policía las indicaciones para llegar al
océano? Por muy lejos que el mar se encuentre, por oculto que esté, es seguro
que el río hallará el camino. Eso es inevitable. Tiene el impulso interno. No
tiene ninguna guía de indicaciones, pero es totalmente seguro que llegará a su
destino. Hará grietas en las montañas, cruzará el llano, atravesará el campo e
irá velozmente en pos del océano, debido a un deseo insaciable, a una
impresionante energía que posee en lo más profundo de su corazón. Sin embargo,
¿qué pasaría si el hombre interpone obstáculos en su camino? ¿Si los seres
humanos construyen diques? Un río supera, atraviesa las barreras naturales -que
en realidad no constituyen un verdadero obstáculo para él- pero si el hombre
crea barreras, si ingenieros humanos construyen diques que lo atraviesen, es
posible que el río nunca llegue al océano. Uno debiera tener presente la obvia
diferencia en esta situación. El hombre, la inteligencia suprema de la creación,
puede impedir, si así lo decide, que el río llegue al mar.
En la naturaleza existe una unidad fundamental, una armonía.
Las obstrucciones, los aparentes obstáculos que se ven en la naturaleza, son
desafíos para despertar la energía: cumplen la función de toques de clarinete
que despiertan aquello que se halla latente en el interior. No existe desarmonía
en la naturaleza. Cuando sembramos una semilla, parece ser que la capa de tierra
que se halla sobre la semilla la está presionando, le está impidiendo crecer. Es
así como parece ser, pero en realidad, esa capa de tierra no constituye una
obstrucción. Sin esa capa, la semilla no puede germinar: la tierra presiona a la
semilla a fin de ablandarla, desintegrarla y transformarla en un árbol joven.
Aparentemente, la tierra está sofocando a la semilla, pero la tierra sólo está
realizando la labor de un amigo. Esta es una operación clínica.